Darwin concluyó que si bien la selección natural guía el curso de la
evolución, la selección sexual influye su curso aunque no
parezca existir ninguna razón evidente para ello.
Para Darwin, la selección sexual incluía fundamentalmente dos fenómenos: la preferencia de las hembras por ciertos machos (selección intersexual, femenina o epigámica) y, en las especies polígamas, las batallas de los machos por el harén más grande (selección intrasexual).
Para Darwin, la selección sexual incluía fundamentalmente dos fenómenos: la preferencia de las hembras por ciertos machos (selección intersexual, femenina o epigámica) y, en las especies polígamas, las batallas de los machos por el harén más grande (selección intrasexual).
Se ha argumentado que Wallace propuso por primera vez que
los machos con plumaje brillante demostraban de ese modo su buena salud y
su alta calidad como parejas sexuales. De acuerdo con esta hipótesis de
la «selección sexual de los buenos genes» la elección de pareja
masculina por parte de las hembras ofrece una ventaja evolutiva.
De acuerdo con el principio de Darwin/Wallace la selección natural
actúa sobre las diferencias en el éxito reproductivo de cada
individuo, donde el éxito reproductivo es el número de descendientes
vivos producidos por
ese individuo durante toda la vida. Hamilton amplió esta idea e
incluyó los efectos de el éxito reproductivo de los familiares del
individuo: la aptitud
inclusiva es el éxito reproductivo de cada individuo, más el éxito
reproductivo de sus familiares, cada
uno devaluado por el correspondiente grado de parentesco.
El altruismo es el comportamiento que aumenta las probabilidades de supervivivencia de otros a costa de una reducción de las propias.
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