Durante mucho tiempo se creyó que el primer antepasado directo de los équidos actuales era Hyracotherium, un pequeño perisodáctilo del Eoceno inferior y medio de América del Norte y Eurasia, pero actualmente se le ha clasificado dentro la familia de los paleotéridos, antepasados tanto de los équidos como de los brontoterios. Tenía un tamaño similar al de los zorros (250-450 mm de alto), con una cabeza y un cuello relativamente cortos y una espalda arqueada. Tenía cuarenta y cuatro dientes, con una fórmula dental típica de un mamífero que se alimenta desmochando las ramas o la parte superior de la hierba: tres incisivos, un canino, cuatro premolares y tres molares en cada lado del maxilar. Utilizaba sus muelas para moler las hojas blandas y los frutos de los que se alimentaba.
Cuando el clima cambió y se abrieron los bosques a principios del Oligoceno, empezaron a aparecer llanuras de hierba y prados.21 En respuesta al cambio del ambiente, los équidos también cambiaron y desarrollaron dientes más robustos, aumentaron el tamaño de su cuerpo y el de sus patas, convirtiéndose en animales más rápidos.